¿Hay vida antes de nacer?
¿Te lo has preguntado alguna vez? Tal vez es una de esas preguntas para momentos trascendentales donde uno se cuestiona ¿quién soy? y tal vez ¿qué sentido tiene mi existencia?
En este texto no vas a encontrar respuestas a esas preguntas, creo que son tan profundas que cada uno tendrá que buscar las que le son propias, las que le hagan sentirse bien consigo mismo y con el mundo que le rodea.
Yo creo que la vida antes de nacer tiene muchos estadios. Si nos referimos al tiempo vivido en el seno del útero materno aun poniendo mucha imaginación seguro que la magia es mucho más que cualquier idea que podamos tener sobre ese momento.
En ese instante sagrado donde algo tan microscópicamente pequeño como un espermatozoide uniéndose a un óvulo, mucho más grande que él, entran en comunión y empiezan a multiplicarse una y otra vez en una danza de creación absolutamente maravillosa, hasta que logran convertirse en un bebé (o más) con un potencial conectado a un campo de infinitas posibilidades.
¿Te has dado cuenta que entre esas múltiples posibilidades tu y yo somos una de ellas? a mí me parece de una grandiosidad sin límites.
Lo más normal es no tener recuerdos de nuestra vida antes de nacer, ni de la experiencia del espacio entre vidas, ni del momento de la concepción, ni del desarrollo en el útero materno hasta llegar al punto del nacimiento. Algo tan trascendental y parece que nunca ocurrió. Con suerte nuestra madre nos puede contar algunas anécdotas de cómo ella lo vivió, pero nada que pueda llevarnos a saber cómo lo experimentamos en primera persona.
Ahora sabemos que la impronta emocional producida por los acontecimientos que vivió nuestra madre y como ella los pudo gestionar o no, impactaron directamente en el psiquismo del feto que se estaba gestando en su interior.
Cómo fue nuestro nacimiento también nos crea un patrón de cómo se inician las cosas en el mundo, cómo nos mostramos.
“Existe un mundo desconocido para muchos, donde el único contacto que tenemos con los eventos del exterior es a través de nuestra madre… y de sus emociones”.
A lo largo de nueve meses estamos expuestos a todo tipo de información emocional, la cual llega a través de lo que nuestra madre está viviendo. Existe un vínculo especial con ella por medio de su voz, pero principalmente a través de una relación neuro-hormonal.
Cuando la madre experimenta un acontecimiento doloroso o difícil de gestionar, reacciona generando una emoción que se focaliza en el hipotálamo. La reacción y respuesta llegan a través de los sistemas endocrino y nervioso, dando lugar a la producción de hormonas como la adrenalina, serotonina y noradrenalina, entre otras.
Dichas sustancias llegan al útero y a la placenta a través del torrente sanguíneo, con lo que pueden afectar al feto con cambios bruscos en su cuerpo.
Durante nueve meses vivimos encerrados en un mundo único y especial, en donde nada pasa desapercibido; un lugar en el que aún no existe una clara separación entre el “yo” y lo demás, pero sí una constante dependencia de nuestra madre, a quien percibimos como parte de nosotros mismos. Todo contacto con el mundo exterior lo realizamos a través de ella.
En el vientre materno no existe un tamiz que filtre y ordene cada uno de los impactos que percibimos e intentamos analizar. No tenemos desarrollado un hemisferio izquierdo que analice y entienda el por qué de las cosas; sólo se vive en un mundo que siente y aprende en función de las sensaciones que llegan.
Sentimos lo que mamá siente y las experiencias son gozosas o traumáticas en función de cómo ella las percibe. No actuamos de forma separada, sino como una continuidad de mamá. Tampoco existe el concepto del tiempo, por lo que una experiencia agradable o traumática puede vivirse y sentirse como algo eterno.
Si queremos sobrevivir, debemos adaptarnos con gran rapidez a todo lo que ocurre en ese “nuestro mundo” y crear “mecanismos de defensa” para enfrentarnos a esas situaciones adversas. Estas defensas son las que definen al individuo, quien meses después deberá enfrentarse al mundo exterior, al que conoce únicamente a través de “la antena” de mamá.
¿Qué te llevarás de este taller?
Identificar patrones de comportamiento y dinámicas de relación asociadas con nuestro proceso de gestación. Conocer y encontrar cómo resignificar esas improntas que nos afectan y nos hacen reaccionar en piloto automático y que aun queriendo, de forma cognitiva no hemos podido cambiar hasta ahora.
Temario
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