Primeros pasos
Las adicciones se abordan considerando su complejidad. Son múltiples los factores que han intervenido en su origen, así como lo son en su perpetración. No hay tratamientos simples y mucho menos existe un modelo de intervención que sea útil para todos las personas adictas.
Desde las distintas corrientes psicológicas, se han propuesto- y se siguen planteando- hipótesis sobre las posibles causas, así como se sigue trabajando para mejorar las intervenciones. Por ello, a día de hoy, se apuesta por los abordajes múltiples o biopsicosociales.
Desde la Psicología Sistémica y, en concreto desde el enfoque de las Constelaciones Familiares, podemos participar aportando más luz a la comprensión de los vínculos y las relaciones que se establecen en el sistema familiar de una persona adicta. Las Constelaciones trabajan a nivel transgeneracional y atendiendo lo fenomenológico, lo que sucede y sucedió. De este modo, nos permiten abordar aquellos conflictos emocionales no resueltos en una familia, ya sean en esta generación o en anteriores. Las Constelaciones miran a todo un linaje con el fin de reconocer lo que no pudo ser reconocido en su momento. Son una herramienta al servicio de la vida y del amor.
Las Constelaciones trabajan observando las dinámicas relacionales que se establecen en un sistema. Y la cuestión de las adicciones tiene mucho que ver con la relación, pues existen relaciones entre la persona y el objeto de deseo (ya sean drogas, pantallas, juego, sexo..), la persona y el contexto, y el objeto y el contexto.
Así por ejemplo, a pesar de que ciertas drogas son susceptibles de generar adicción debido a su estructura farmacológica, en realidad la “peligrosidad” de una droga (objeto de deseo) tiene más que ver con la función que tiene esta para el individuo, para el contexto familiar y para la comunidad, atendiendo además al periodo histórico del momento. De esta forma, el peso que le ponemos a la sustancia ya es más relativo. Las drogas no matan, tan solo producen placer o alivian el dolor (ya sea físico o del alma). En todo caso, es la relación que establece una persona con una sustancia la que definirá el tipo de daño. Y ¿cómo influye nuestra sociedad en estos consumos?
Las adicciones tienen significados a nivel individual, colectivo y sistémico. El significado se refiere a la carga psicológica, emocional y simbólica que la persona establece y proyecta sobre el objeto que le genera la adicción. Y el objeto de deseo es cualquier cosa del mundo sobre el que se proyecta inconscientemente el “patrón de relación esencial”. Este patrón de relación se basa en las primeras inscripciones psíquicas que hacemos cuando somos bebés. Así pues, la forma de relacionarse de una persona con el mundo que lo rodea es el resultado de la forma en que está estructurada su personalidad. Los objetos primarios inconscientes son los propios padres.
El abordaje terapéutico requiere considerar todos estos significados, y debe hacerse sin juicios previos. Hay que ubicar los usos y los consumos considerando el mundo de la persona: su mundo interno y su personalidad, su contexto más cercano (la familia actual y la de origen), sus relaciones sociales y el marco cultural en el que vive.
Al iniciar una terapia se crea también una relación entre el terapeuta y el paciente.
La esencia de una terapia es el encuentro íntimo y humano entre dos personas. El terapeuta, que acoge dispuesto a ayudar y el paciente que se presenta con un gran sufrimiento y, seguramente, con un sinfín de intentos previos fallidos de solucionar su problemática. “Intentar y fracasar” es una de las características más recurrentes en estos casos.
Muy a menudo, las personas que tiene una adicción ya han explicado su problemática anteriormente, lo que implica reconocer sus vergüenzas, sentimientos de culpa, traiciones, mentiras, limitaciones… Sus miserias profundas, que como todo ser humano tenemos, dejaron de ser íntimas y fueron expuestas. Y en demasiados casos, juzgadas, lo que añadió un poco más de culpa a su vivencia. En ocasiones, la persona que sufre esta dolencia del alma es señalada como responsable de su problemática, pues “al fin y al cabo ella fue la que inició la conducta voluntariamente”. Obviamente, nadie quiere llegar a ser adicto y menos, sufrir.
Entonces, lo primero que hay que atender es al posicionamiento y a la actitud que, como terapeuta, debemos cultivar en relación al paciente. Desde aquí ya se podrá mirar la adicción, entender su función y reconocerla como un elemento más del sistema familiar. Finalmente se podrá explorar lo no visto que generó la adicción: las vinculaciones, lealtades y amor que se esconden en el inconsciente individual y familiar. Llegar a ver, reconocer y aceptar las intrincaciones con el pasado es un paso importante para poder llegar a sanar. Y en este sentido, las Constelaciones Familiares son una gran herramienta, pues esta es su función.
A partir de aquí se podrá continuar con el acompañamiento terapéutico. Las imágenes de solución aportadas desde el Trabajo con las Constelaciones Familiares van a ser la guía para construir la estrategia terapéutica.
Lo dicho, el primer paso es el posicionamiento. Tengo y tienes que venir aquí, al presente. Se hace imprescindible cultivar una actitud interior de respeto. Y para ello, se precisa consciencia. Para ser considerado y respetuosos con la persona que padece una adicción primero hay que dirigir nuestra atención para crear un espacio interior vacío de juicios e ideas preconcebidas.
Es muy frecuente que el juicio se haga presente antes de poder tomar consciencia. En este caso, lo podemos aprovechar para observar- esta vez sin juicio- cuales son estas ideas preconcebidas o juicios valorativos que han emergido en nosotros desde lo inconsciente y que en realidad hablan más de nosotros que de la persona a la que aplicamos el juicio.
Respetar es volver a mirar. El respeto es la mirada responsable del adulto que mira a la adicción pero que ve más allá. El respeto mira de nuevo, por encima de sus propios juicios y ve a la persona. Y también ve el sufrimiento que la acompaña. En este primer movimiento, el respeto permite ganar profundidad en la relación. Aquí ya se inicia una mayor implicación.
¿Quieres venir? En este Nuevo Lugar hay algo en Común que habita en Todos Nosotros: es dolor y sufrimiento. El adicto aprendió a evitar el sufrimiento que nos genera sentir el vacío. ¿Cómo lo evitas tú? A qué te volviste adicto? O por el contrario, aprendiste a sostener la frustración y el no saber? ¿Pudiste reconocer aquel momento en tu infancia que sufriste la separación y alejamiento de tu bella esencia?
Ahora es esencial no huir. Si podemos mantenernos aquí, observando la incongruencia y contradicción de sabernos viviendo una vida alejada del Sentido Esencial, sintiendo el dolor del sinsentido, le estamos mostrando al adicto que existe una posibilidad distinta. La persona adicta lleva mucho tiempo huyendo de sí misma. Este segundo movimiento se transita a través de la compasión.
Compasión es la misericordia en acción. Es la acción despierta, consciente y presente que permite sentir el dolor y la miseria en el corazón de la persona adicta. Lo siente y lo respeta. Tan solo permitimos que nos toque la tristeza y aflore un sentimiento de gran ternura, para después poder saber qué nos toca hacer.
La compasión se asemeja más a la acción justa y necesaria, que puede ir desde un sencillo y honesto reconocimiento con la mirada, a la también expresión de lo que podemos apreciar: “veo el sufrimiento que te ha tocado vivir y todo lo que estás haciendo por amor”. ¿Por qué te ocurrió a ti y no a mí?
Ahora, se puede continuar dirigiendo nuestra atención a la adicción. No es un paso nada fácil el que se describe a continuación. Demasiado a menudo la consciencia se oscurece y se cierra cuando nos toca el sufrimiento. Pero el dolor también aporta una oportunidad nueva al sistema, tiene su propio sentido y propósito. Si conseguimos abrirnos a pesar del dolor, aprendemos, y el sistema familiar en cuestión se ve enriquecido y en gran parte, sanado.
Aunque podemos decir que una persona es adicta, con mayor exactitud sería hablar de que hay una adicción en su sistema familiar. Vemos como este elemento nuevo- la adicción- viene con una información, con algo que el sistema no está reconociendo y que se está excluyendo, no se está mirando. Los sistemas familiares tienen su propia consciencia, la cual es más amplia y elevada que la consciencia individual. La consciencia familiar es vinculante, no excluye y respeta la pertenencia de todas y todos por igual.
Así pues, un nuevo paso es poder mirar a la adicción. Hay que darle su lugar y reconocimiento, aunque no sea nada fácil. Nadie quiere que en su familia se sufra, que alguien pierda su independencia y autonomía. El miedo a la muerte hace que instintivamente busquemos expulsar aquello que nos duele y nos impulsa a rechazarlo. En este caso, de nuevo, se reafirmaría la exclusión.
Si conseguimos no atraparnos por ese miedo, traer nuestra consciencia al presente y podemos alcanzar a comprender que cada elemento nuevo en un sistema- como pueden ser las drogas, las pantallas o el juego- viene a mostrar algo no resuelto del sistema, se empieza con el movimiento de sanación.
Se puede ver cómo, hasta ahora, la lucha es entre el miedo y el amor, lo instintivo y la consciencia. Pero en realidad no es confrontación, tan solo que es necesario poder reconocer la polaridad e integrarla con aceptación: “Aún con miedo, decido mirarte”. Y ya llegó el momento de ver la grandeza de la adicción.
“La pasión eleva al hombre no solo por encima de sí mismo, también por encima de su mortalidad y terrenidad. Y al elevarlo, lo aniquila”
(Carl Gustav Jung).